Muchos somos los motrileños que asistimos estupefactos a las obras que se han venido realizando en la última década en nuestra ciudad. Y no es que no queramos que se hagan reformas. No. ¡No es eso! ¡Lo que pasa es que queremos que se hagan con calidad y con sentido común!
Recuerdo –parece un siglo ya-, que andaba por nuestro Ayuntamiento una arquitecta, que se podía haber hecho famosa sobre todo por lo que mandaba en el Consistorio –que mandaba mucho, ¡eh!, dicen que lo que ella bendecía con un “sí” se hacía, y lo que anatemizaba con un “no”, no se hacía, en urbanismo, claro-; pero se hizo más famosa por las “malas obras” que se llevaron a cabo durante la vigencia de su reinado en urbanismo, y por las “buenas obras” que se tenían que haber hecho, pero que no se hicieron ni se proyectaron.
Gracias a Dios, La Junta de Andalucía, en un acto más, pleno de clarividencia, la llamó como experta en urbanismo -¡ja,ja,ja... que Santa Lucía le conserve la vista a Chaves!-. Como botón de muestra de un amplio corolario de “barbaridades”, me viene a la memoria la remodelación de la escalinata de acceso a la Iglesia del Carmen, en la motrileña calle de Las Cañas. ¡Buen Dios!, todavía sigue ahí esa barandilla de acero inoxidable, donde tenía que haber ido hierro forjado, como corresponde a su entorno monumental e histórico; y ese mármol gris, donde tenía que haber ido una pared de piedra rústica, como corresponde a su mismo entorno histórico. La verdad es que dejó a Motril asolado. Bueno, ella sola no, ella y tres o cuatro Tenientes de Alcalde de urbanismo. Dicen, que va para Vice-Consejera. ¡Los andaluces sufriremos las consecuencias!.
Pero heme aquí, que un buen día, se convocan elecciones municipales, y, claro, hay que dar la impresión de que se están haciendo muchas cosas, y hay que bajar los índices del paro. Las empresas que se enriquecen de las contratas públicas se ponen en marcha, y, ¡cáspita!, en Motril, nos despertamos con sesenta obras que nos ATACAN al unísono por todas partes.
Un político de aquel equipo de gobierno municipal, se quejaba de que el pueblo de Motril no hubiera sabido comprender aquello y lo manifestara en las urnas. Pero ¡hombre!, es lógico. A nadie le gusta que le pongan su ciudad “patas arriba” por querer concentrar todas las obras dos días antes de las elecciones. Eso, sencillamente, es poner la ciudad al servicio de la política, y debe ser al revés, LA POLÍTICA TIENE QUE ESTAR AL SERVICIO DE LA CIUDAD. ¿O no? . ¡Ah, por cierto! ¿Y las otras sesenta obras que nos deben todavía?... ¿Y las que se hicieron tan mal que tres lustros por ellas parecieran tres siglos? ...Unas y otras son de gran importancia: el kilómetro uno, la carretera de “La Vía”, los accesos a Motril, los enlosados del centro, los atascos, el transporte público, la carretera de Pueblo Nuevo, el polígono industrial, el suelo urbanizable, el “Camino de la Mar”, etc., etc.
Hay una sobre la que quisiera llamar la atención en esté número: el ensanche de Motril por el Este y el vial de la Rambla de los Álamos.
Me pongo a escribir sobre el tema, y, he de pedir disculpas al lector por un inciso, simultáneamente, me vienen a la mente dos asuntos relacionados: en primer lugar, la pugna que observo entre los partidos motrileños por hacer alabanzas, cada cual más elevadas, sobre la competencia y alta cualificación de los técnicos municipales, y si nadie las ha puesto en duda –digo yo– ¡por qué tanto empeño!; y, en segundo lugar, está el tan traído y llevado tema de la responsabilidad en la toma de decisiones sobre las políticas públicas. Pregunto –y me refiero a los técnicos de alto nivel en el escalafón-, ¿quién asesoró a los ex-ediles sobre esa obra nueva, que suponía un ensanche de la ciudad sobre un terreno virgen desde el punto de vista urbanístico y un enlace para otras zonas? ¿Quién diseñó y quién aprobó esa vía urbana, verdadero paradigma de la “chapuza municipal”?. Así, señores, no se construye una ciudad para el futuro. Está claro que en este tema como en tantos otros, no ha existido alta cualificación ni alta competencia, ni en los políticos, ni en los técnicos que tenían la obligación de hacer propuestas y prestar asesoramiento. Como diría Gila: “alguien la ha pifiado…", "alguien tiene que hacer un cursillo intensivo sobre el urbanismo en las ciudades modernas”. Y, otra cosa: ¿sólo existe la responsabilidad política, o existe la responsabilidad técnica en la toma de decisiones?.
Estamos asistiendo a un momento histórico trascendental. Los motrileños debemos tomar la iniciativa, y exigir cauces de participación ciudadana en el proceso de toma de decisiones sobre las políticas públicas que se han de llevar a cabo en nuestra ciudad próximamente, si queremos velar por el futuro. La Constitución española recoge este derecho. Podemos y debemos hacer uso de él. A la vista está, NOS JUGAMOS EL MODELO DE CIUDAD, en este y en otros temas.
Recuerdo –parece un siglo ya-, que andaba por nuestro Ayuntamiento una arquitecta, que se podía haber hecho famosa sobre todo por lo que mandaba en el Consistorio –que mandaba mucho, ¡eh!, dicen que lo que ella bendecía con un “sí” se hacía, y lo que anatemizaba con un “no”, no se hacía, en urbanismo, claro-; pero se hizo más famosa por las “malas obras” que se llevaron a cabo durante la vigencia de su reinado en urbanismo, y por las “buenas obras” que se tenían que haber hecho, pero que no se hicieron ni se proyectaron.
Gracias a Dios, La Junta de Andalucía, en un acto más, pleno de clarividencia, la llamó como experta en urbanismo -¡ja,ja,ja... que Santa Lucía le conserve la vista a Chaves!-. Como botón de muestra de un amplio corolario de “barbaridades”, me viene a la memoria la remodelación de la escalinata de acceso a la Iglesia del Carmen, en la motrileña calle de Las Cañas. ¡Buen Dios!, todavía sigue ahí esa barandilla de acero inoxidable, donde tenía que haber ido hierro forjado, como corresponde a su entorno monumental e histórico; y ese mármol gris, donde tenía que haber ido una pared de piedra rústica, como corresponde a su mismo entorno histórico. La verdad es que dejó a Motril asolado. Bueno, ella sola no, ella y tres o cuatro Tenientes de Alcalde de urbanismo. Dicen, que va para Vice-Consejera. ¡Los andaluces sufriremos las consecuencias!.
Pero heme aquí, que un buen día, se convocan elecciones municipales, y, claro, hay que dar la impresión de que se están haciendo muchas cosas, y hay que bajar los índices del paro. Las empresas que se enriquecen de las contratas públicas se ponen en marcha, y, ¡cáspita!, en Motril, nos despertamos con sesenta obras que nos ATACAN al unísono por todas partes.
Un político de aquel equipo de gobierno municipal, se quejaba de que el pueblo de Motril no hubiera sabido comprender aquello y lo manifestara en las urnas. Pero ¡hombre!, es lógico. A nadie le gusta que le pongan su ciudad “patas arriba” por querer concentrar todas las obras dos días antes de las elecciones. Eso, sencillamente, es poner la ciudad al servicio de la política, y debe ser al revés, LA POLÍTICA TIENE QUE ESTAR AL SERVICIO DE LA CIUDAD. ¿O no? . ¡Ah, por cierto! ¿Y las otras sesenta obras que nos deben todavía?... ¿Y las que se hicieron tan mal que tres lustros por ellas parecieran tres siglos? ...Unas y otras son de gran importancia: el kilómetro uno, la carretera de “La Vía”, los accesos a Motril, los enlosados del centro, los atascos, el transporte público, la carretera de Pueblo Nuevo, el polígono industrial, el suelo urbanizable, el “Camino de la Mar”, etc., etc.
Hay una sobre la que quisiera llamar la atención en esté número: el ensanche de Motril por el Este y el vial de la Rambla de los Álamos.
Me pongo a escribir sobre el tema, y, he de pedir disculpas al lector por un inciso, simultáneamente, me vienen a la mente dos asuntos relacionados: en primer lugar, la pugna que observo entre los partidos motrileños por hacer alabanzas, cada cual más elevadas, sobre la competencia y alta cualificación de los técnicos municipales, y si nadie las ha puesto en duda –digo yo– ¡por qué tanto empeño!; y, en segundo lugar, está el tan traído y llevado tema de la responsabilidad en la toma de decisiones sobre las políticas públicas. Pregunto –y me refiero a los técnicos de alto nivel en el escalafón-, ¿quién asesoró a los ex-ediles sobre esa obra nueva, que suponía un ensanche de la ciudad sobre un terreno virgen desde el punto de vista urbanístico y un enlace para otras zonas? ¿Quién diseñó y quién aprobó esa vía urbana, verdadero paradigma de la “chapuza municipal”?. Así, señores, no se construye una ciudad para el futuro. Está claro que en este tema como en tantos otros, no ha existido alta cualificación ni alta competencia, ni en los políticos, ni en los técnicos que tenían la obligación de hacer propuestas y prestar asesoramiento. Como diría Gila: “alguien la ha pifiado…", "alguien tiene que hacer un cursillo intensivo sobre el urbanismo en las ciudades modernas”. Y, otra cosa: ¿sólo existe la responsabilidad política, o existe la responsabilidad técnica en la toma de decisiones?.
Estamos asistiendo a un momento histórico trascendental. Los motrileños debemos tomar la iniciativa, y exigir cauces de participación ciudadana en el proceso de toma de decisiones sobre las políticas públicas que se han de llevar a cabo en nuestra ciudad próximamente, si queremos velar por el futuro. La Constitución española recoge este derecho. Podemos y debemos hacer uso de él. A la vista está, NOS JUGAMOS EL MODELO DE CIUDAD, en este y en otros temas.
F. Antonio Reyes
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