Ruta Motril Granada en autobús. Nos encontramos ante aproximadamente 74 kilómetros de trayecto cuyo recorrido puede convertirse en una verdadera Odisea, casi como la de Ulises. Entre los múltiples pasajeros se pueden encontrar decenas de estudiantes que optan por este transporte para poder asistir a sus clases en la Universidad de Granada, ya sea diariamente, semanalmente o “de cuando en cuando”. Lo sé porque yo soy uno de ellos, de los “de cuando en cuando” más concretamente.
Pues bien, coger este autobús despierta en mí un sentimiento de terror la mayoría de las veces. Y no es algo extraño si se tienen en cuenta toda la suerte de circunstancias que acompañan a tal evento. La primera de ellas es el paseo hasta la Estación de Autobuses, sita en el Camino Nuevo de San Antonio. Yo vivo bastante lejos de allí, así que me lleva papá. Mi padre tiene un “todo terreno”, con el que atraviesa la Calle Ancha sorteando todos los obstáculos, lo cual no es nada fácil por varios motivos. Uno, la calle no le hace honor a su nombre, al menos en la actualidad. Dos, aunque tampoco sea una calle estrecha por sí misma, a mí me parece que, a medida que te adentras en ella, se estrecha cada vez más, hasta el punto en que crees que te va a engullir. Tres, sin duda esto tiene que ver con las múltiples sorpresas que te sueles ir encontrando al recorrerla: ¡doña Dolores se lanza sobre tu coche!, ¡los pasos elevados!, ¡el coche de Joselico aparcado “momentáneamente” en el carril de la derecha!, ¡el del Toni a la izquierda! ¡el perro del kiosco cruzando “a sus anchas”!
Tras este emocionante paseo, llegamos a la Estación, pero… ¿dónde vas a aparcar papá? Antes de la reciente remodelación de la calle ya estaba difícil, pero tras los cambios ¡es imposible! Los aparcamientos que había junto a la acera de la Estación han sido eliminados, ya sólo hay una acera, más ancha que la anterior, eso sí. Y, en frente, se han mantenido las zonas para aparcar, pero se han reservado a taxis. Es decir, o llegas dos horas antes para dar vueltas alrededor de la Estación en busca de un aparcamiento libre, o aparcas de mala manera donde buenamente puedas. Resultado, a las horas punta: la ancha acera plagada de coches estacionados sobre sus nuevos adoquines, y, la posibilidad de encontrar toda clase de vehículos excepto taxis en la zona de taxis. Entre vuelta y vuelta durante la búsqueda asistimos a la entrada de un autobús en la Estación por el acceso para vehículos que da al citado Camino Nuevo de San Antonio. Entonces, uno piensa: le va a dar, le va a dar, ¡va a dar! drrrr….uhy!! Impresiona. Los conductores de autobuses deben de ser sobrehumanos para conseguir tales hazañas.
Una vez superada esta prueba automovilística, voy a pie desde el coche, mejor o peor aparcado, hasta la entrada de la Estación. Cuando atravieso el umbral, un pensamiento suele atravesar mi mente: Este recinto es una vergüenza para los motrileños…pero, ¿no iban a hacer una estación nueva? Eso dicen. Si no me equivoco, la propuesta de la construcción de una nueva estación se aprobó en el Parlamento Andaluz en el año 2001. En 2004 se dijo desde la Junta que había asignaciones presupuestarias para el 2005, y que la Estación estaría lista para finales del mismo año. Pero en 2006 aún no habían empezado con las obras, así que entonces se anunció que se daría comienzo a las mismas antes de la finalización del año siguiente. Llegó el 2007 y nada, pero no pasa nada; nos volvieron a vaticinar la iniciación del proyecto para antes del termino del mandato municipal de aquel momento, y esta vez con la buena nueva de una inversión de la Junta de más de 2,8 millones de euros, ¡¡menuda alegría!! Terminó el mandato, y comenzó otro, pero la Estación seguía siendo tan sólo un tema de conversación y, si cabe, de indignación. Y a finales de ese mismo año 2007, nos vuelven a dar otro anuncio, y menudo varapalo: “Se comenzará a construir la nueva Estación dentro de dos años…”, y eso si esta vez lo dicen en serio, que si no…Y bien, entre “pitos y flautas” llevamos unos años esperando, como si nada.
Una vez recuperada de tal pensamiento tormentoso, me dispongo a sacar el billete en la taquilla. Me coloco al final de la cola y espero mi turno. Si tengo suerte no tardaré más de tres minutos, pero si da la casualidad de que la mitad de los estudiantes universitarios de Motril pasaron el fin de semana en casa…Y en esas ocasiones me pregunto: ¿por qué no abren la otra taquilla para agilizar la venta de billetes? Es un misterio. La “otra taquilla” nunca se abre, ya pueda la cola dar la vuelta al recinto, no se abre.
Cuando la garantía de que hay una plaza reservada para mí está en mi mano, hablo de mi billete, aún queda otra espera. Espera a que llegue el momento de subir al vehículo. Normalmente uno se sube tres o cuatro minutos antes de la hora de salida, pero puede ocurrir que tu autobús sea de los que tienen una hora de salida aproximada. Esto quiere decir que nunca sabes cuando llega ni cuando se va con seguridad. Los autobuses de las 7:30 de la mañana, 7:45 y 8:00 son de estos. Así, la ultima vez que cogí el de las 7:45, mi autobús llegó diez minutos tarde, pero es que el de las 7:30 aún no había llegado, y además hacía cinco minutos que había llegado el de las ocho, lo cual es un poco trastornante.
Mientras espero el autobús me fijo en lo cerquita que están todas esas casas y sus correspondientes ventanas del ruidoso patio de la estación, lo cual parece tener que ver con lo bien atrancadas que se encuentran sus persianas. ¿Cómo podrán descansar con este ruido continuo día y noche?
Pero, bueno, cuando llega mi autobús me monto, y al ingresar en su interior verifico mis sospechas…efectivamente los conductores de autobús son sobrehumanos. ¿Cómo pueden soportar temperaturas tan extremas? Me explico. Si es invierno en el resto del hemisferio, dentro del autobús “ellos” se las ingenian para crear un microclima subtropical, de manera que si tu vas vestido acorde con la estación empiezas a sudar instantáneamente, tu cuerpo entra en estado catatónico a los pocos minutos, la mente se nubla, la cabeza parece que va estallar, y comienzas a quitarte todo la ropa que puedas, pero es inútil, ya sabes que irremediablemente vas a pasar una hora en el interior de una sauna móvil. Y cuando el clima motrileño comienza a ser más veraniego, “ellos” convierten el autobús en un frigorífico, de manera que tú con tu camisetita de manguita corta no sabes como hacer para conseguir taparte los brazos con piel de gallina y el cuello al mismo tiempo, así que tu garganta queda expuesta a un cañón de aire helado que provoca finalmente que, sorprendentemente, cojas el resfriado que conseguiste esquivar durante todo el año justo al comienzo del buen tiempo. Pero “ellos”, los superhombres, los conductores, siempre van en manga corta, y ni “crían pollos” ni se acatarran. ¿Cómo lo hacen?
Una vez en marcha, me alegro de que el autobús vaya directo a su destino, porque de lo contrario me tocaría aguantar dos horas y media de repaso de gran parte de la geografía granadina visitando todos los pueblos localizados entre Motril y Granada. Aunque si visitamos Vélez y Alhendín no me molesta. Paso casi la mitad del camino esperando ver aparecer la autovía, cuya promesa de llegada a Motril se ha ido alargando en el tiempo, asemejándose su historia a la de la nueva estación. Así que mejor ni entrar en el tema de la autovía. Cuando al fin la alcanzamos, el resto del viaje parece más rápido y fluido, y, de repente, ya hemos llegado. Al salir del autobús ya estacionado, vuelvo a la realidad, vuelvo al mundo real, vuelvo al clima real, y sé que estoy en Granada porque no huele a mar, porque no huele a vega, pero sobre todo, porque ese lugar en donde estoy sí que es una estación de autobuses de verdad.
Virginia
Pues bien, coger este autobús despierta en mí un sentimiento de terror la mayoría de las veces. Y no es algo extraño si se tienen en cuenta toda la suerte de circunstancias que acompañan a tal evento. La primera de ellas es el paseo hasta la Estación de Autobuses, sita en el Camino Nuevo de San Antonio. Yo vivo bastante lejos de allí, así que me lleva papá. Mi padre tiene un “todo terreno”, con el que atraviesa la Calle Ancha sorteando todos los obstáculos, lo cual no es nada fácil por varios motivos. Uno, la calle no le hace honor a su nombre, al menos en la actualidad. Dos, aunque tampoco sea una calle estrecha por sí misma, a mí me parece que, a medida que te adentras en ella, se estrecha cada vez más, hasta el punto en que crees que te va a engullir. Tres, sin duda esto tiene que ver con las múltiples sorpresas que te sueles ir encontrando al recorrerla: ¡doña Dolores se lanza sobre tu coche!, ¡los pasos elevados!, ¡el coche de Joselico aparcado “momentáneamente” en el carril de la derecha!, ¡el del Toni a la izquierda! ¡el perro del kiosco cruzando “a sus anchas”!
Tras este emocionante paseo, llegamos a la Estación, pero… ¿dónde vas a aparcar papá? Antes de la reciente remodelación de la calle ya estaba difícil, pero tras los cambios ¡es imposible! Los aparcamientos que había junto a la acera de la Estación han sido eliminados, ya sólo hay una acera, más ancha que la anterior, eso sí. Y, en frente, se han mantenido las zonas para aparcar, pero se han reservado a taxis. Es decir, o llegas dos horas antes para dar vueltas alrededor de la Estación en busca de un aparcamiento libre, o aparcas de mala manera donde buenamente puedas. Resultado, a las horas punta: la ancha acera plagada de coches estacionados sobre sus nuevos adoquines, y, la posibilidad de encontrar toda clase de vehículos excepto taxis en la zona de taxis. Entre vuelta y vuelta durante la búsqueda asistimos a la entrada de un autobús en la Estación por el acceso para vehículos que da al citado Camino Nuevo de San Antonio. Entonces, uno piensa: le va a dar, le va a dar, ¡va a dar! drrrr….uhy!! Impresiona. Los conductores de autobuses deben de ser sobrehumanos para conseguir tales hazañas.
Una vez superada esta prueba automovilística, voy a pie desde el coche, mejor o peor aparcado, hasta la entrada de la Estación. Cuando atravieso el umbral, un pensamiento suele atravesar mi mente: Este recinto es una vergüenza para los motrileños…pero, ¿no iban a hacer una estación nueva? Eso dicen. Si no me equivoco, la propuesta de la construcción de una nueva estación se aprobó en el Parlamento Andaluz en el año 2001. En 2004 se dijo desde la Junta que había asignaciones presupuestarias para el 2005, y que la Estación estaría lista para finales del mismo año. Pero en 2006 aún no habían empezado con las obras, así que entonces se anunció que se daría comienzo a las mismas antes de la finalización del año siguiente. Llegó el 2007 y nada, pero no pasa nada; nos volvieron a vaticinar la iniciación del proyecto para antes del termino del mandato municipal de aquel momento, y esta vez con la buena nueva de una inversión de la Junta de más de 2,8 millones de euros, ¡¡menuda alegría!! Terminó el mandato, y comenzó otro, pero la Estación seguía siendo tan sólo un tema de conversación y, si cabe, de indignación. Y a finales de ese mismo año 2007, nos vuelven a dar otro anuncio, y menudo varapalo: “Se comenzará a construir la nueva Estación dentro de dos años…”, y eso si esta vez lo dicen en serio, que si no…Y bien, entre “pitos y flautas” llevamos unos años esperando, como si nada.
Una vez recuperada de tal pensamiento tormentoso, me dispongo a sacar el billete en la taquilla. Me coloco al final de la cola y espero mi turno. Si tengo suerte no tardaré más de tres minutos, pero si da la casualidad de que la mitad de los estudiantes universitarios de Motril pasaron el fin de semana en casa…Y en esas ocasiones me pregunto: ¿por qué no abren la otra taquilla para agilizar la venta de billetes? Es un misterio. La “otra taquilla” nunca se abre, ya pueda la cola dar la vuelta al recinto, no se abre.
Cuando la garantía de que hay una plaza reservada para mí está en mi mano, hablo de mi billete, aún queda otra espera. Espera a que llegue el momento de subir al vehículo. Normalmente uno se sube tres o cuatro minutos antes de la hora de salida, pero puede ocurrir que tu autobús sea de los que tienen una hora de salida aproximada. Esto quiere decir que nunca sabes cuando llega ni cuando se va con seguridad. Los autobuses de las 7:30 de la mañana, 7:45 y 8:00 son de estos. Así, la ultima vez que cogí el de las 7:45, mi autobús llegó diez minutos tarde, pero es que el de las 7:30 aún no había llegado, y además hacía cinco minutos que había llegado el de las ocho, lo cual es un poco trastornante.
Mientras espero el autobús me fijo en lo cerquita que están todas esas casas y sus correspondientes ventanas del ruidoso patio de la estación, lo cual parece tener que ver con lo bien atrancadas que se encuentran sus persianas. ¿Cómo podrán descansar con este ruido continuo día y noche?
Pero, bueno, cuando llega mi autobús me monto, y al ingresar en su interior verifico mis sospechas…efectivamente los conductores de autobús son sobrehumanos. ¿Cómo pueden soportar temperaturas tan extremas? Me explico. Si es invierno en el resto del hemisferio, dentro del autobús “ellos” se las ingenian para crear un microclima subtropical, de manera que si tu vas vestido acorde con la estación empiezas a sudar instantáneamente, tu cuerpo entra en estado catatónico a los pocos minutos, la mente se nubla, la cabeza parece que va estallar, y comienzas a quitarte todo la ropa que puedas, pero es inútil, ya sabes que irremediablemente vas a pasar una hora en el interior de una sauna móvil. Y cuando el clima motrileño comienza a ser más veraniego, “ellos” convierten el autobús en un frigorífico, de manera que tú con tu camisetita de manguita corta no sabes como hacer para conseguir taparte los brazos con piel de gallina y el cuello al mismo tiempo, así que tu garganta queda expuesta a un cañón de aire helado que provoca finalmente que, sorprendentemente, cojas el resfriado que conseguiste esquivar durante todo el año justo al comienzo del buen tiempo. Pero “ellos”, los superhombres, los conductores, siempre van en manga corta, y ni “crían pollos” ni se acatarran. ¿Cómo lo hacen?
Una vez en marcha, me alegro de que el autobús vaya directo a su destino, porque de lo contrario me tocaría aguantar dos horas y media de repaso de gran parte de la geografía granadina visitando todos los pueblos localizados entre Motril y Granada. Aunque si visitamos Vélez y Alhendín no me molesta. Paso casi la mitad del camino esperando ver aparecer la autovía, cuya promesa de llegada a Motril se ha ido alargando en el tiempo, asemejándose su historia a la de la nueva estación. Así que mejor ni entrar en el tema de la autovía. Cuando al fin la alcanzamos, el resto del viaje parece más rápido y fluido, y, de repente, ya hemos llegado. Al salir del autobús ya estacionado, vuelvo a la realidad, vuelvo al mundo real, vuelvo al clima real, y sé que estoy en Granada porque no huele a mar, porque no huele a vega, pero sobre todo, porque ese lugar en donde estoy sí que es una estación de autobuses de verdad.
Virginia
2 comentarios:
Gracias, Virginia, por este maravilloso artículo, que trata de los problemas e intereses de nuestra juventud motrileña, y de nuestra querida tierra, casi siempre tan abandonados por quienes tienen la obligación de resolverlos, y que está escrito con todo rigor intelectual y con toda la dulzura de tu joven corazón. Estoy seguro de que a nuestros lectores les va a interesar muchísimo.
Felicidades por el artículo! A menudo también yo tengo que cojer el autobús y... toda esta odisea me resulta totalmente familiar! Así que gracias por este blog, tan útil para intentar cambiar Motril, y ánimos!
Somos muchos los que lo leemos!
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